En este mundo desmesurado donde lo cotidiano nos roba momentos inapreciables, la actitud del cristiano debe basarse en una relación personal con Dios al margen de toda controversia que tenga con el mundo su dependencia con Dios debe ser ilimitado y precisa. Esta correlación divina – humana debe hacernos seres dinámicos, constantes extraordinariamente sensibles y obedientes. Todo nos debe llevar a la compasión y al amor por todo lo que nos rodea especialmente por nuestro prójimo, volvernos entusiastas y enamorados de Jesús nos abre un camino hacia la vitalidad y al amor por la vida. El amor a Dios nos hace libres de toda traba que el mundo pueda crear alrededor nuestro, creando una atmósfera de fe que nos debe envolver totalmente por que es ella quien determina la dimensión de nuestro amor hacia Dios, por que la fe es nuestra medida del amor a Dios, aquel que tenga poca fe amara poco y el que tenga mucha amara demasiado. El cristiano tan igual que en el pasado debe hacer suya esa promesa divina dada por el redentor de darnos abundante vida, “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia.” Esta abundante vida nos hace perecederos en este mundo hostil y deshumanizado por que nos llena de sabiduría y discernimiento espiritual, este conocimiento de Dios nos ira fortaliziendo y llenándonos de amor.
Ser cristiano en este siglo es un reto constante, es nadar contra corriente, contra lo establecido, para ello Dios nos provee de las armas suficientes a través de su palabra por que ella es un dogma para la acción y la transformación, por que mediante ella los cristianos que la vivan son renovados constantemente en el amor. Por que el verdadero amor lo puede todo transforma vidas estériles en fuentes inagotables de bondad y entendimiento y prepara al creyente para la comprensión y al ejercicio del espíritu en la buena obra.
El verdadero cristiano descubre la verdad de Dios no en el camino terrenal sino en el espiritual y actúa conforme a su amor, por que al conocer las riquezas de la gracia deja de ser un objeto para convertirse en un sujeto pensante, dinámico e imaginativo. Las vidas de los creyentes en Cristo, con esa riqueza de su amor marcan un definido contraste con aquellos que no han tenido un encuentro personal con el salvador. Ser cristiano hoy es un constante desafió, especialmente cuando se vive en un mundo que nos distrae constantemente haciéndonos perder muchas veces la perspectiva de las pautas que Dios tiene en su palabra para librarnos de esas distracciones.
La limpieza del corazón es una obra genuina de Dios que ayuda a los creyentes a tomar sus decisiones diariamente en consonancia con su relación personal con Cristo, en un mundo donde muchos creyentes dicen llamarse cristianos pero que sus actos están constantemente marcados por una desconexión de obedecer a Cristo, el verdadero creyente tratara de ennoblecer a Dios en todo lo que haga diariamente actuando con limpieza e integridad.
Somos hijos de Dios por su gracia y el obedecer a Dios no siempre pasa por una vida cómoda lejos del dolor, al contrario el verdadero cristiano sabe que obedecer exige muchos sacrificios, pero esa verdadera transformación que Dios hace en nuestras vidas nos hará un seguidor ardiente de Cristo.
