LOS PARADITOS (Voces desde la Gran Recesion)

En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte.
Honoré de Balzac


Sentía su soledad haciendo saltar la roedumbre de sus huesos, todo en el se veía como una mounstrosidad, no por su aspecto que era normal sino por el aislamiento que sentía entre las paredes del departamento que compartía con otras 10 personas, cada quien con su batalla personal de todos los días.

No eran dias felices para ningun jornalero la vida de ellos ahora flotaba como una hoja caida en un trobellino y el desesperarse de nada les valia, la lucha era ahora y en estos momentos sus necesidades eran minimas, ya que ellos habituados a la pobreza, esta crisis comparada con la de sus paises le parecia una bonanaza. Conseguir aunque sean unas horas de trabajo era ahora su prioridad, ya que solo de eso necesitaban para cubrir sus necesidades, en tiempos de crisis como los de ahora la paciencia era el mejor remedio. Arnulfo contaba en su memoria el recuerdo de su partida eran tres años que huyendo de la pobreza que los devoraba sin compasión y ávido de sobrevivir había llegado de Guatemala a este enorme y rico país, tratando de llenar sus necesidades que en su lugar de origen los atrapaba hasta hacerlos desaparecer.



Hoy pertenecía al ejército de los paraditos, una extraña forma de conseguir trabajo que se había desarrollado en este país del norte para todos aquellos inmigrantes que no poseían documentación para salir de la sombra. En muchas ciudades existían avenidas especiales donde ellos se paraban por horas hasta ser recogido por los automovilistas que necesitaban de ellos, La gente los llamaba Jornaleros.

El hoy de Arnulfo se presentaba con esa desnudes de los sueños por cumplirse, pero estaba preñado de la incertidumbre que se abatía ferozmente sobre la vida de los paraditos. La crisis con su larga caravana de dolores estaba ahora abatiendo este país y ellos sentían esta desolación con la fuerza de un vomito. El quería emprender alguna salida de este su pequeño infierno, le dolían hasta los zapatos de tanto estar quemándose bajo el hocico del sol, en otros tiempos para esta hora ya tenia el dinero completo para hacer alegrar el estomago de los que mas quería allá en su San Marcos su pueblo al norte de Guatemala.

Era viernes por la tarde y ellos seguían paraditos, aun esperando se sentían como ovejas moribundas el colapso en el área de construcción de casas era tan terrible en California que había paralizado la economía en ese sector. Cuando un carro se paraba para recoger sus servicios ellos se peleaban por satisfacer esa escasa demanda, muchas veces se enfrentaban unos contra otros.

__ Hoy no he visto la mano de Dios, nadie se detuvo ha ofrecerme algo.
Arnulfo se estremeció: el cielo no tenia una respuesta para su suplica, la noche se despertaba en el horizonte con un apetito guardado y comenzaba a devorar la ciudad lentamente, se reunió con Gildardo y Juan amigos de este infortunio, Seguiremos luchando. Arnulfo pensó con fortaleza y claridad, mas con claridad que con fortaleza para entender los momentos por los que estaba pasando. El era un inmigrante salido de las canteras de la pobreza para el era imposible retroceder.

Vestido de ocre, con una camisa sucia sin planchar, Arnulfo conversaba con sus amigos de faena.
- prefiero ser un desposeído, sin trabajo en un terruño rico que un muerto de hambre en un reino pobre. Además nosotros venimos de un lugar donde la esperanza ya esta muerta y desde que nacimos vivimos una pobreza que viene desde lejos.
- Seguiremos luchando, nosotros estamos curtidos y en la adversidad nacimos y crecimos. Agrego Gildardo mientras metía sus manos de uñas negras sobre el cubo de agua para refrescar el mapa agrietado de su rostro.
- Ellos son los que sufren mas esta crisis por que nunca estuvieron preparados para le necesidad extrema, en cambio para nosotros el solo echo de bañarnos con agua caliente ya era como estar en el paraíso y sabemos como vivir nuestros sufrimientos. Juan se apoyo sobre Arnulfo a pesar de sus palabras se le veía abatido, sus piernas estaban dobladas por el peso de las penas remotas.

El día envejeció, la muchedumbre de paraditos se retiraban de las avenidas que habían tomado en el amanecer. Regresaban con las manos vacías y de nuevo se dolieron, pero había una esperanza, mañana será mejor.

Arnulfo se quejo de su encogimiento hubiera querido exclamar de sus sufrimientos, de las desgarraduras de su alma y de la oscuridad que la dificultad de esos tiempos dejaba en su corazón, pero las palabras se ahogaban en su ser antes de salir por su garganta.